La comunicación no verbal, trasciende el lenguaje estrictamente lingüístico y se apoya en la paralingüística, la proxémica y la kinésica.
LA PARALINGÜÍSTICA
La palabra
“paralingüística” es un constructo, compuesto del griego “παρα” (junto a), el
latín “lingua” (lengua o idioma) y el sufijo “-ico” (relacionado con).
La paralingüística es la parte de la
comunicación humana que trasciende al uso del lenguaje verbal. Los elementos
paralingüísticos, o paraverbales, otorgan distintos matices al sentido de lo
verbal. Por ejemplo, los rasgos suprasegmentales (el acento, la entonación, el
ritmo y las pausas) aportan significados y matices al mensaje lingüístico,
hasta el punto que pueden cambiar completamente su significado.
Si tomamos en cuenta la voz humana,
algunos de sus rasgos físicos como el tono, la intensidad o el timbre, pueden
revelar el estado de ánimo del hablante. La elección de determinados elementos
paralingüísticos de este tipo le puede permitir a una persona expresar su
sorpresa, su felicidad, su desencanto, etc.
En algunos casos, estos signos se
emiten de manera inconsciente, aunque pueden ser usados adrede por el
individuo.
También hay que tener en cuenta que
ciertos componentes de la paralingüística son comunes a muchas culturas, pero
otros son específicos de determinados grupos. Por eso, en algunos contextos comunicativos,
pueden no resultar útiles.
LA PROXÉMICA
La palabra
“proxémica” proviene del latín “proximus” (“prope” = cerca y “ximus” = como
máximo).
La proxémica es una rama de la
semiótica1 que estudia cómo
se organiza el espacio en la comunicación lingüística. Se trata del
análisis de las relaciones espaciales entre las personas y entre estas y las
cosas durante una interacción comunicativa, considerando la distancia corporal y la
postura adoptada.
En todo acto comunicativo, más allá
del sistema verbal, hay unas normas
sociales y culturales vinculadas al grupo social, la edad y el género, por
ejemplo, en las que la distribución del espacio, tanto personal como social,
genera ciertos significados.
Forma parte, por tanto, de la
comunicación no verbal.
Existen diferentes distancias
proxémicas:
§ Cuando dos personas interactúan a una
distancia de hasta 45 centímetros, se crea un espacio íntimo que permite el contacto físico, tal como ocurre en
las conversaciones entre miembros de una pareja, familiares o amigos muy
cercanos.
§ Si la separación entre los hablantes
se sitúa entre los 46 y los 120 centímetros, se alude a una distancia personal, frecuente entre
amigos no tan cercanos o entre compañeros de trabajo.
§ La distancia social, de entre 121 y 360 centímetros, aparece entre
individuos extraños o que tienen un escaso conocimiento entre sí.
§ Finalmente, existe una distancia pública de más de 361
centímetros que aparece en conferencias, discursos o interacciones similares.
Semiótica1: Ciencia que se encarga del
estudio de los signos en el seno de la vida social.
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La gestión de nuestro espacio personal nos puede crear algún inconveniente si se dan las circunstancias adecuadas:
LA KINÉSICA
El término
“kinésica”, proviene de la misma raíz griega de “cinética”, es decir, “κίνησις”
(movimiento).
La kinésica o lenguaje corporal,
estudia el significado de los movimientos corporales y de los gestos en una
situación comunicativa: inclinar la cabeza, levantar las cejas, guiñar los
ojos, levantar el dedo pulgar en señal de aprobación, la posición de los ojos y
la mirada,… Estos gestos faciales y corporales con frecuencia tienen una
intención comunicativa añadida al mensaje estrictamente verbal. Por ejemplo,
será más difícil negarse a la invitación de alguien que, además de decirnos «¿Vamos al cine?», ladea ligeramente la cabeza y nos guiña, cómplice, mientras
sonríe pícaramente.
Los movimientos de la cara y el
cuerpo brindan datos sobre la personalidad y el estado emocional de los
individuos: alegría, miedo, asombro, tristeza, cansancio, etc. Con frecuencia,
en el lenguaje oral usamos un gesto en lugar de una palabra o de un enunciado,
o dibujamos algo con las manos para complementar lo que decimos oralmente:
saludamos con la mano o enarcando las cejas, en vez de decir «¡adiós!».
A modo de resumen:
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